L. RONALD HUBBARD | PERFIL BIOGRÁFICO

Asia y
el Pacífico Sur

China, hacia 1928; fotografía tomada por L. Ronald Hubbard.
Cuando en alguna ocasión se le preguntó qué había aprendido en Asia, L. Ronald Hubbard contestó de forma significativa: “Aprendí lo suficiente como para saber que el Hombre no sabía todo lo que hay que saber acerca de la vida”.

Su primer viaje al Lejano Oriente empezó en 1927, a bordo del buque de vapor Presidente Madison que partió del puerto de San Francisco. Su recorrido fue tortuoso a lo largo de China y Japón hasta el puerto de Agana en Guam, en donde su padre sirvió con la flota asiática. El segundo viaje, que empezó un año después, lo llevó nuevamente a Guam a bordo del USS Henderson y de ahí a la costa de China a bordo de una goleta apodada: Mariana Maru.

Las primeras anotaciones de sus viajes a Asia fueron casuales. A pesar de las aguas turbulentas rumbo a Hawai, su bandera siguió ondeando “a través del cabeceo y balanceo” mientras se maravillaba con las calderas “tan calientes que las planchas estaban rojas y el aceite blanco llameante”. También lo cautivó un Honolulu no muy estropeado, mientras que sus primeras impresiones de Japón lo dejaron con una intriga similar, si acaso ligeramente receloso con un “frenesí de modernización” y amenazadores destructores en la Bahía de Yokohama. Sin embargo, sus impresiones de la costa de China eran un asunto completamente aparte.

En gran medida, la China de la década de 1920 era aún medieval. Con todo y los comunistas que se declaraban reformistas, gran parte de la nación aún se encontraba bajo el dominio de los líderes militares. No se había abolido la esclavitud, ni el vendaje de los pies o el consumo de opio. Y como el Sr. Hubbard pronto descubrió, un doloroso manto de pobreza lo cubría todo. Sus descripciones sombrías y fascinantes de esta época incluyen relatos de prisioneros arrodillados esperando el castigo con un hacha, canciones ofensivas como cantos de muerte y las miradas de aprobación de los monjes cubiertos con una túnica de color amarillo.

A su regreso al territorio de China en 1928, la visión era igualmente sombría. Sin embargo a raíz de esto, fue también durante esta segunda aventura asiática que se adentró en las colinas del oeste de Manchuria y más allá, para partir el pan con bandidos de Mongolia, compartir las hogueras de los campamentos con chamanes de Siberia y establecer su amistad con el último de los magos reales provenientes de la corte de Kubilai Kan. Asimismo, se convirtió en uno de los primeros occidentales después de Marco Polo en lograr entrar a las prohibidas lamaserías tibetanas, y aparte de eso se llenó de lo que llamó muy adecuadamente “La despreocupada decadencia y los atemorizantes misterios de la India”.

Chozas de pescadores en San Antonio, Guam, fotografía tomada por L. Ronald Hubbard, adquirida por National Geographic, 1930.
Sin embargo, un tono completamente diferente marcó el paso de L. Ronald Hubbard por Guam: una sensación de no sólo estarse desplazando hacia el este, sino de estarse desplazando hacia un área completamente fuera de este mundo. Oficialmente descrito como un “territorio desorganizado de poca extensión”, Guam básicamente se utilizó como una estación de reabastecimiento de la marina norteamericana a partir de 1900. Los pobladores originales de la isla, los Chamorros, eran de raza indonesa y se cree que llegaron en canoas y desembarcaron en oleadas migratorias sucesivas. Sus primeras impresiones hablan de lagunas aparentemente encantadas, y un bosque “que es de un verde profundo en contraste con el cielo y el mar. Si bien no es difícil de penetrar, miles de misterios parecen rodearlo”.

También en Guam, las aventuras del Sr. Hubbard fueron muchas, incluida la exploración de cuevas en despeñaderos a fin de desengañar a los pobladores de un demonio llamado Tadamona. De manera similar, formó nuevos caminos a través de la jungla con una cuadrilla filipina y fue contratado como instructor de Inglés en una escuela nativa, quedando inevitablemente enemistado con los gobernantes locales por enseñar más allá del plan de estudios autorizado. Como aprendiz de cuarto oscuro en un estudio local, el Sr. Hubbard afinó sus habilidades fotográficas hasta llegar a un nivel de profesionalismo genuino, capturando imágenes de la vida en la isla que posteriormente fueron adquiridas por National Geographic.